Debates

Mercedes Olivera:

escritos y conversaciones entre crítica, reflexión y autocrítica

26 de octubre de 2022
Por: , Stephen E. Lewis

A principios de agosto de este año 2022, la destacada antropóloga, feminista, y luchadora social Dra. Mercedes Olivera Bustamante falleció en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Mucho se ha escrito sobre su papel protagónico en las grandes luchas revolucionarias y sociales de los últimos cincuenta años, como la revolución cubana, la revolución sandinista, y el movimiento zapatista. Se ha escrito mucho menos sobre su breve, pero importante, rol en—y posterior reflexión sobre—la crisis del indigenismo mexicano a principios de los setentas.
En el marco de nuestras investigaciones sobre el indigenismo, nosotros conocimos a la Dra. Olivera al final de su larga y prolífica carrera. En 2009, habíamos organizado dos mesas sobre indigenismo para el 53ro Congreso Internacional de Americanistas en la Ciudad de México. Steve la reconoció entre la gente que esperaba afuera del recinto, ya que le había entrevistado en el verano del 2008. Le invitamos a participar en las mesas. Ella aceptó y participó activamente. Pronto nos impresionó su gran capacidad para la autocrítica y la reflexión que quizás sólo la edad nos ofrece. Reconocía los aciertos del proyecto indigenista tanto como los defectos, así como su propio papel en un proceso histórico.
Cabe recordar que la Dra. Olivera fue una de las figuras protagonistas en la gran crisis del indigenismo que surgió a finales de los sesentas y principios de los setentas no sólo en México, sino a nivel hemisférico. Participó en la elaboración de un libro que llevaba un título burlón, De eso que llaman antropología mexicana (1970). En su aportación a esa obra –que se convertiría en un clásico, repetidamente citado, con cierto énfasis mítico, si bien no necesariamente leído– criticaba el lamentable estado de la investigación antropológica tanto en el Instituto Nacional de Antropología e Historia como en el Instituto Nacional Indigenista. Olivera y los otros autores –Guillermo Bonfil Batalla, Margarita Nolasco, Enrique Valencia, y Arturo Warman– formaban parte de un grupo un poco más grande de jóvenes antropólogos mexicanos que la prensa nacional apodaba los Siete Magníficos. En su conjunto, De eso que llaman antropología mexicana reprochaba a la antropología mexicana el haberse puesto al servicio del estado, acusaba México de colonialismo interno y desenmascaraba el proyecto asimilador del Instituto Nacional Indigenista mexicano (INI).
El INI intentó responder a las críticas con la creación de una Escuela de Desarrollo Nacional (EDR), con sede en San Cristóbal de Las Casas. En julio de 1972, la Dra. Olivera se convirtió en directora de la escuela, con un nombramiento que solo parcialmente puede considerarse una sorpresa. Bajo su dirección, la EDR se presentó como un antídoto a las políticas más paternalistas del INI y se ofreció como una herramienta para ayudar a los pueblos indígenas a «encontrar alternativas para romper la dependencia a que está sujeta», de modo que «las comunidades indígenas sean quienes aprovechen directamente las investigaciones realizadas, y autogestionen su propio desarrollo económico, social y cultural» (Archivo Histórico del Centro Coordinador Indigenista Tzeltal-Tzotzil 1972/1, Sec. Dir. EDR, Subser. Correspondencia, Ext. 5, “Estudios de Antropología Social en la Escuela de Desarrollo Regional del Instituto Nacional Indigenista,” San Cristóbal, octubre 1972). Este experimento de “indigenismo participativo” representó un claro alejamiento de la estrategia de desarrollo del INI de las dos décadas anteriores, si bien ello no significa que el indigenismo, hasta entonces, no hubiera indígenas: participaron desde los inicios en la cotidianidad del trabajo indigenista e, incluso, hubo indígenas con trayectoria ejemplares en las instituciones indigenistas. Ahora, sin embargo, desde la EDR se ponía el énfasis en la comunidad indígena como actora activa del proceso de desarrollo.
El experimento fue de poca duración, y Olivera fue despedida a finales del mismo año. Varios años después, cuando Aguirre Beltrán ya no era director del INI, Olivera escribió sobre su experiencia al frente de la EDR en una publicación oficial del INI. «Reconocemos nuestra falta de tacto y nuestra inexperiencia política», escribió. «La principal contradicción se dio al habernos colocado en total incongruencia con la línea política del indigenismo oficial, de nuestro patrón. Pues mientras nosotros nos habíamos planteado trabajar a favor de la concientización étnica y de clase de los indígenas, en desarrollar sus elementos de identidad, y de lograr su participación autogestionaria en la transformación de la sociedad, para el INI el objetivo de la escuela se limitaba lógicamente al desarrollismo y a la castellanización». Olivera escribió que las autoridades del INI «consideraron que formular programas especiales para la población indígena era antipatriótico porque atentaba en contra de la unidad nacional» (Mercedes Olivera Bustamante, “Una incursión en el campo indigenista”, INI, 30 años después: revisión crítica, Ciudad de México: INI, 1978, 252-53). Un argumento, por otra parte, bastante curioso, ya que la propia existencia de una política indigenista y su legitimidad se fundaba en el postulado de una situación especial.
Preguntada por Steve en 2009 sobre las razones que la había llevado a aceptar la dirección de la EDR, Olivera respondió que lo veía «como un reto y una oportunidad para renovar la política indigenista». Olivera admitió que ella y su grupo pudieron haber malinterpretado a Aguirre cuando nombró a varios «magníficos» para puestos clave en la Secretaría de Educación Pública (SEP) y en el INI. «Pensé que el Dr. Aguirre Beltrán nos estaba dando la oportunidad de poner en práctica nuestras ideas», dijo. En retrospectiva, ella llegó a pensar que «el caso era todo lo contrario. Quería probar que el indigenismo integracionista era correcto» (Stephen E. Lewis, Repensando el indigenismo mexicano: El Centro Coordinador del Instituto Nacional Indigenista en los Altos de Chiapas y el destino de un proyecto utópico, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas: UNAM/CIMSUR, 2020), 334-35). O, quizás, Aguirre simplemente estaba tratando de cooptarlos.
En 2010, empezamos a trabajar en un número especial de la revista Latin American Perspectives sobre el indigenismo interamericano. Laura propuso que la Dra. Olivera cerrara el número con una reflexión personal. Unas semanas después, recibimos una reflexión detallada que hablaba de cómo el INI instruyó a los indígenas sobre sus derechos como ciudadanos mexicanos. Relataba como, en 2001, el INI celebró una ceremonia sencilla en San Cristóbal para conmemorar el cincuentenario de la fundación del primer Centro Coordinador. Entre los asistentes, se encontraban cinco ancianos líderes indígenas que habían formado parte de la primera generación de promotores culturales. Después de la intervención de Olivera, uno de ellos le dirigió sus comentarios. Todavía recordaba sus palabras: «me conmovieron profundamente». Él dijo: «tú no estabas de acuerdo con la INI; pensabas que todo era de criticar. Pero mira, hay algo que yo guardo de la INI en mi corazón. Nos mostró cómo reconocer a nuestros enemigos, los finqueros y terratenientes. Y luchamos contra ellos hasta que nos repartió el gobierno sus tierras”. En su ensayo, que se publicó en 2012, Olivera concluía: «Nuestras críticas hicieron tabla rasa de los logros individuales y colectivos que, a pesar de lo criticable de la política integracionista, fueron produciendo cambios en la vida, conciencia y esperanzas de los indígenas, cambios que no en pocos casos han sido base para otras luchas posteriores. Pero esto sólo se puede valorar a través de la distancia que nos marcan los tiempos» (Citamos del original en español que nos entregó la autora. El texto se publicó en traducción al inglés: Mercedes Olivera, “Commentary. From Integrationist Indigenismo to Neoliberal De-Ethnification in Chiapas: Reminiscences”, Latin American Perspectives, 39 (5), 100-110. Special Issue «Rethinking Indigenismo on the American Continent», L. Giraudo & S. E. Lewis, eds.).


Apreciamos mucho el tiempo que compartimos con la Dra. Mercedes Olivera, una gigante en la antropología y una tremenda luchadora social que, como suele pasar, fue una adelantada a su tiempo. Agradecemos también su generosidad con nosotros y su gran capacidad de autocrítica y reflexión.

Que tenga buen viaje.


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